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Las ciudades se han convertido en masas de concreto y hormigón con pequeños espacios verdes y parques, que al igual que sus habitantes, se encuentran ahogados entre edificios y calles. Las calles de las ciudades (cada vez más pequeñas) son agitadas, ruidosas y congestionadas y así ha sido por mucho tiempo, pero ¿hasta cuándo?.

Desde hace siglos, las ciudades han sido meca de la actividad humana debido a que ofrecen oportunidades económicas y empleo a gran cantidad de personas. También, son hogar de universidades y centros de investigación; lo que las ha convertido en lugares privilegiados para el aprendizaje y desarrollo de conocimiento, y su importancia para la humanidad no ha disminuido.

Hoy somos 4400 millones de habitantes, el equivalente a cerca del 56% de la población mundial los que vivimos en ciudades y aproximadamente el 80% del PIB mundial es generado aquí mismo. Pero no todo es color de rosa, ya que los núcleos urbanos se posicionan como las generadoras del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero del planeta y las tendencias e indicadores globales de desarrollo indican que la población empieza cada vez más a concentrase en las áreas urbanas; para el año 2050, se espera que 7 de cada 10 personas vivan en ciudades según las proyecciones que hace la Organización de las Naciones Unidas.

Podríamos señalar entonces que nuestras ciudades presentan un potencial enorme para convertirse en un agente clave de cambio en la lucha contra el cambio climático y otros desafíos (sí así lo queremos). Es necesario que empecemos a desarrollar y reestructurar cada rincón de ellas bajo una visión holística y con un horizonte a largo plazo pensado en los diferentes actores de nuestro ecosistema urbano e involucrándolos por medio del acceso a la información y mecanismos de participación ciudadana, que al final nos permita relacionarnos de una manera activa y armoniosa con un nuevo entorno, verde, lleno de vida y pensado en el bienestar colectivo. 

Si hablamos de problemas inmediatos, podemos partir desde la misma composición y concepción de las ciudades: la composición actual fomenta el uso del transporte privado; la mayoría de nuestras ciudades tienen un sistema de transporte público deficiente y además de esto se encuentran centralizadas, olvidando a la periferia y obligando a las personas a usar, o en muchos casos adquirir (ya sea por necesidad o comodidad) vehículos particulares para desplazarse, generando por supuesto altos niveles de contaminación, promoviendo el sedentarismo, la dependencia de combustibles fósiles y el aumento en la temperatura del planeta formando las llamadas islas de calor, que pueden generar sensaciones térmicas de hasta 10°C por encima de la temperatura ambiente.

A pesar de estas problemáticas, hoy ciudades europeas como Barcelona y Groninga nos enseñan que reducir la planeación de nuestras ciudades pensando en el automóvil y priorizar la planeación de nuestras ciudades para su gente y su bienestar es posible. Eso sí, también nos recuerdan que mientras el tráfico particular domine las calles, circular a pie o en bici seguirá siendo inseguro y poco atractivo. En estas ciudades sostenibles, la bicicleta aparece como una llave de apertura al cambio; cuando una ciudad adapta su diseño urbano en torno a la bicicleta y provee la infraestructura adecuada para su utilización le arrebata terreno a la dependencia a los autos y vehículos particulares, permitiendo así más espacio para la vegetación y zonas verdes más amplias que promueven el bienestar y disfrute de las personas. No está de más recordar que el ciudadano es cuando puede desarrollar todos sus derechos, no solo el derecho a transportarse.

De la misma forma, han surgido nuevos conceptos de planeamiento urbanístico que deben ser replicados, como el que representa el término creado por Carlos Moreno y popularizado por la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. “ciudad de los 15 minutos” este concepto propone que la mayoría de los servicios y necesidades de los ciudadanos como su lugar de trabajo, las compras, la educación, centros de salud y ocio deberían estar a distancias caminables o en bicicleta menores a 15 minutos desde cualquier punto de la ciudad. La adecuación de parís hacía el concepto de “ciudad de 15 minutos” ha dado resultados positivos en la capital, donde las temperaturas sofocantes, la contaminación auditiva a causa de los vehículos y las grandes congestiones solían ser el común denominador.

En definitiva, tenemos muchos retos pendientes en materia de sostenibilidad global y calidad de vida local, por esto debemos erguir un nuevo modelo de ciudad bajo una adecuada planificación, que brinde calidad de vida y que garantice al ciudadano el desempeño de sus actividades en un entorno más cercano. La gente y la naturaleza como protagonistas: Ecología, solidaridad, cercanía y derechos ciudadanos – 4 pilares sobre los que se deben cimentar nuestras nuevas ciudades sostenibles. 

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